Es indiscutible que los árboles son una fuente inmensa de beneficios.
El primero de todos ellos es el oxígeno que precisamos para respirar.
Como todos sabemos también retienen partículas nocivas haciendo el aire de las ciudades más sano y reduciendo las temperaturas considerablemente.
Se podrían enumerar todos los beneficios ecosistémicos de los árboles y aún faltarían algunos que desconocemos.
Pero no son sólo ecosistémicos los beneficios que nos aportan sino también psicólogicos, económicos y sociales.
Está demostrado que los pacientes de hospitales cuya habitación da a zonas arboladas se recuperan antes que los pacientes que no tienen acceso a estas vistas.
También es remarcable el hecho de que niños que crecen y pasan tiempo cerca de zonas verdes tienen menos predisposición a desarrollar síndrome de déficit de atención e hiperactividad.
Y no olvidemos la parte económica ya que los árboles revalorizan propiedades o protegen del deterioro de ciertas infraestructuras.
Lo complicado de la cuestión es que tan sólo los árboles grandes nos brindan los beneficios arriba citados.
Árboles de grandes dimensiones suponen para ciertas personas un miedo infundado y desconfianza ante la posibilidad de que se rompan o vuelquen, pero con una correcta gestión y seguimiento este riesgo puede reducirse muchísimo.
Si asumimos que el riesgo 0 no existe pero gestionamos los árboles bajo los criterios de la arboricultura moderna podremos disfrutar de arboles grandes que nos reporten todos los beneficios de los que son capaces.
No debemos olvidar que solo en España mueren al año 10000 personas por aire sucio.
Muertes prematuras o desarrollo de cáncer fruto de este problema que un bosque urbano de calidad evitaría.
Deacuerdo con las estadísticas hay 1700 muertes al año por accidentes de tráfico.
Sin embargo sólo 4 personas de media al año mueren por caídas o roturas de árboles.
Si comparamos las cifras nos damos cuenta de que realmente los árboles no son peligrosos, pero tenemos que ser conscientes de que son los árboles grandes de más de 10 m de altura y 8 de diámetro de copa los que empiezan a brindarnos grandes beneficios, con lo cuál las podas drásticas y los desmoches quedan descartados si queremos obtenerlos.
En términos numéricos tenemos más posibilidades de que nos toque la lotería o de que nos caiga un rayo que de ser aplastados por un árbol.
Esta cifra es de una entre 100 millones.
Por norma general un árbol falla cuando hay tormenta y/o presenta algún defecto no detectado.
Somos los gestores y los arboristas los encargados de reducir la posibilidad de que esto pase anticipándonos mediante revisiones periódicas