¿Necesita un árbol ser podado?
-No, con un «pero».
Efectivamente los árboles no requieren poda, somos las personas quienes necesitamos podarlos.
Veamos por qué.

Hablando en cifras aproximadas las plantas llevan en el planeta 1200 millones de años habiendo evolucionado a árboles hace 340 millones de años.
Los seres humanos aparecimos hace 2 millones de años (siendo generosos).
¿Quién ha podado los árboles estos 338 millones de años?
La respuesta es fácil: ellos mismos.
Mediante la poda natural los árboles abandonan ramas que ya no les son útiles dejando que se sequen y que la acción del viento acabe por tirarlas.
Otras veces la fuerza del viento es tan fuerte rompe ramas vivas y en ocasiones incluso vuelca árboles enteros.
Esto ha ocurrido desde siempre y es por ello que la acción del hombre no es necesaria para un árbol.
No obstante la cosa cambia cuando el árbol se encuentra en un entorno urbano.
En este caso entra en juego el término «gestión».
La poda es un instrumento de gestión como tantos otros y solo en casos concretos será necesaria y estará justificada.

Cuando una rama tiene riesgo de romperse y caer sobre algo o alguien es vital anticiparse y gestionarla asegurándola mediante anclajes o valorando su reducción o eliminación.
Lo mismo ocurre con árboles enteros que veremos en el apartado de tala controlada.

En cuanto a la poda tenemos diversos tipos de poda y todos aceptados si se hacen con criterio y conocimiento.
Es lo que se llama poda justificada

Es interesante eliminar las ramas secas para evitar que caigan y mejorar el efecto estético a pesar de que (aunque parezca mentira) también cumplen su función.
Es importante mencionar que un árbol con cierta cantidad de madera muerta tiene (según quién lo valore) encanto ornamental ya que evoca a su estado natural.
Por otro lado un ejemplar al que se le han eliminado todas las ramas secas puede resultar artificial y urbanizado en exceso.
Es bueno eliminar las ramas secas de mayores dimensiones con riesgo de caída en zonas frecuentadas y dejar las ramillas que no presentan peligro alguno.

Cuando se trata de eliminar ramas verdes debemos hacerlo con mucho criterio, ya que estamos generando heridas por donde entrarán patógenos, reduciendo la capacidad fotosintética del árbol y alterando su dinámica.
Si en una poda de redimensionado donde queremos adaptar el árbol a un espacio concreto reduciendo el tamaño de su copa eliminamos ramas de más, estamos también eliminando hojas de más que el arbol necesita para fabricar su alimento.
Esto a la larga puede tener repercusiones fatales.
A la hora de eliminar ramas verdes debemos hacerlo siguiendo unos criterios que no comprometan la salud del ejemplar.
Recordemos que un árbol no quiere ser podado, pues será él mismo quien abandone las ramas que ya no le son útiles.

Por último y no menos importante tenemos la poda de formación que es la única poda que debe realizarse casi en el 100% de los casos en arbolado joven después de plantarlo.
Ésta poda ha de realizarse dos o tres años después del establecimiento del joven ejemplar en su nuevo emplazamiento para corregir errores presentes y futuros como ramas secas o rotas, ramas con corteza incluída que en un futuro pueden suponer riesgo de rotura y ramas bajas que no respeten la altura de gálibo

En algunos casos se solicitan desmoches o terciados con el fin de dejar al árbol sin ramas bajo la creencia de que ésto rejuvenece al ejemplar.
Está demostrado que las consecuencias de estas actuaciones son nefastas y su ejecución está descartada.